Vizcaya - El Correo digital (22/10/2014)
Hay muchas personas que se creen que la calle es suya. Y unas pocas -al margen de fanfarronadas- tienen razón, al menos, en parte. Son los vecinos que viven en zonas conocidas como espacios privados de uso público, unas áreas bastante numerosas en Bilbao cuyos dueños son los habitantes de las viviendas colindantes, pero que pueden ser utilizadas por el resto de la población. Una fórmula que, a priori, puede parecer atractiva, pero que el día a día revela como una habitual fuente de problemas para los titulares. En la villa hay unos 60 enclaves de este tipo -desde plazas y jardines hasta calles enteras-, según recoge el actual Plan General de Ordenación Urbana (PGOU).
La próxima revisión del planeamiento urbanístico -el actual data de 1995 y está 'caducado'- permitirá actualizar el mapa del 'botxo' y comprobar si la lista de estos espacios ha adelgazado en los últimos años debido a que ha habido vecinos que, hartos de quebraderos de cabeza, han acabado cediendo sus metros cuadrados al Ayuntamiento para 'liberarse' del mantenimiento y de las reparaciones de estas zonas, en las que el Consistorio apenas puede actuar al margen de la limpieza y de algunas reparaciones muy puntuales. «Se hacen cesiones, pero no es una avalancha, digamos que no llegan ni a diez al año. El principal escollo es la necesidad de que todos los vecinos tomen la decisión por unanimidad, subraya el subdirector de Patrimonio del Ayuntamiento, Javier Scheifler. En contrapartida, es posible que las promociones de viviendas construidas recientemente hayan incluido más parcelas de este tipo.
Sean zonas de nuevo cuño o con solera, lo cierto es que «en la mayoría de los casos, los propietarios no cumplen con sus deberes y así están las cosas...», admiten fuentes de la coordinadora de asociaciones de vecinos de Bilbao. «Por eso, lo normal es que acaben cediendo el suelo al Ayuntamiento y a partir de ahí no habría ningún problema, pero el Consistorio no siempre acepta», puntualizan.
Fuentes de Urbanismo corroboran este extremo: «El límite es cuando debajo del suelo hay garajes o trasteros privados, porque puede haber un choque de intereses si se producen filtraciones de agua, por ejemplo». Salvo en estos casos, la propuesta de cesión, que la mayoría de veces parte de los vecinos, suele prosperar. «Recurren a nosotros por la vía de los consejos de distrito, cuando ya están muy preocupados por el mantenimiento del entorno», detallan. Según explica, en décadas pasadas los promotores tenían muy a gala que «cuantos más espacios privados dejasen en el vecindario, mejor». Casi eran un signo de distinción o exclusividad. Pero la realidad, con el paso de los años, muestra su cara más dura: los propietarios «no saben qué hacer» con esos metros cuadrados que se van deteriorando.
Para ayudar a los vecinos, el Ayuntamiento de Bilbao ha habilitado un sistema de subvenciones -un mecanismo «único» en todo el país, según afirman fuentes municipales- para que puedan acometer las obras necesarias. Estas ayudas, hechas a cargo del presupuesto de los consejos de distrito, pueden sufragar hasta el 50% de la actuación. El Consistorio les presta asesoramiento, «pero el proyecto, la contratación y la ejecución de los trabajos» dependen de los residentes.
«Con gusano»
Por ejemplo, en la calle Doctor Achúcarro, una paralela a la Gran Vía que es privada pero de uso público, está a punto de iniciarse una profunda reforma. «El coste asciende a unos 350.000 euros, de los cuales el Ayuntamiento va a abonar unos 133.000 y cada vecino pagará una media de entre 1.300 y 1.550 euros», detalla un portavoz de la comisión vecinal de obras.
Debido a un problema de filtración de agua al subsuelo, responsabilidad de los vecinos, «porque el Ayuntamiento sólo se encarga de la superficie», es necesario levantar toda la calle para llegar al forjado e impermeabilizarlo. «Pero esto con lleva urbanizar», indican los residentes, que intentaron en su día renunciar al subsuelo -donde hay también dependencias de un supermercado y una parroquia- para evitarse problemas, pero, según indican, hubo un edil que les dijo que no iban a aceptar un suelo «con gusano».
Para ellos, lo más urgente es el pavimento, «que parece un campo de fútbol de tercera regional». Lo de vivir en un espacio de este tipo no les parece ninguna bicoca: «¡Nos morimos de envidia cuando vemos cómo ha quedado la calle Ercilla, por ejemplo, sin que los que viven allí hayan pagado un duro!», comentan. ¿No tienen ninguna ventaja los espacios privados de uso público? Bueno, algunos dicen que pueden aparcar, hacer carga y descarga, pero la verdadera pregunta es si compensa o no», cuestionan.
En otras zonas de Bilbao, sin embargo, se ha optado por la cesión en vista de que las reformas salían demasiado caras y los vecinos no podían asumirlas. Así ocurrió en 2005 en el Grupo Sagarminaga, en Santutxu. Nos costaba mucho mantenerlo en condiciones... el Ayuntamiento limpiaba y arreglaba algunas cosas, pero, aun así, era un desastre», recuerda Eusebio de Miguel, presidente de la asociación de residentes de la barriada, quien señala que la gota que colmó el vaso fue «la rotura de una tubería que dejó a todo el vecindario sin agua tres días y medio». Por eso, empezaron a promover la cesión. Y, aunque los más mayores «se mostraron en principio muy reacios», al final les convencieron de que era lo mejor. «Tuvimos que ir puerta por puerta, informando, pero al final lo conseguimos», recuerda. El cambio fue «espectacular» después de la reforma integral que terminó en 2005 y que costó tres millones de euros. «Ahora está más bonito y la accesibilidad ha mejorado mucho».
Pero este tipo de finales felices a veces tarda en llegar y desespera al vecindario. En Particular de Iturribide, donde hay unas escaleras «que son un verdadero horror y un peligro, porque ha habido varias agresiones sexuales», unos «pocos» vecinos se oponen a ceder su suelo al Consistorio, que ya ha manifestado su disposición a hacerse cargo del enclave. Así lo señalan los portavoces de la asociación ciudadana Iturrialde. «Estamos cansados de la situación. El sitio está de pena, las escaleras dan miedo, hay aguas fecales por allí... pero nada, el Ayuntamiento no puede meter mano porque no hay acuerdo vecinal. Algunos se creerán que tienen algo de gran valor...», dicen con amargura.